sábado, 5 de enero de 2008

Despertando Almas!

Debe llegar el momento en que algo detone dentro de nuestros corazones y nos obligue a dejar nuestra comodidad, algo que nos recuerde la razón de nuestro espíritu. Ese algo llega cuando menos lo esperamos, y aunque muchos y muchas no crean en los milagros, sabrán bien que existe la divinidad en cada acto que cometen.

Crecí con un legado, a medida que daba cada paso en mi infancia trataba de aprender todo de cada experiencia, así es como no olvido el dolor de tripas cuando no se ha comido nada en varios días, como no olvido la angustia de ver cómo tu mamá le miente al cobrador del arriendo o cómo trata de evitar cortes de luz y agua. Eso me enseñó a no temer al presente, si no a vivirlo para poder lograr pronto el futuro. Tanto he aprendido en mi vida, que me ha enseñado que de verdad aún no sé nada, que aún me falta sentir millares de emociones, centenares de experiencias que esperan por mí a la vuelta del reloj o en una hoja más del calendario. Lo importante es no dejar de aprender de ellas, sea cual sea su resultado.

Con mi crecimiento, también crecieron otras interrogantes en mi vida, así fue como cuando sólo tenía 14 años escribía acerca de la angustia que me daba crecer y no poder concretar mis sueños, en la pena que me provocaba mi mamá y sus ilusos camaradas por creer que crecerían con igualdad y en que no sabía nada para la prueba de Física. Pensé que quizás Dios existía, pero que él había escogido que yo no creyera en él para ver cómo era el mundo lejos de su amor, y después me reía y prendía un pucho a escondidas en la que hasta hace poco era mi pieza. Sentía cómo se esfumaban todos en mi cigarro, un “Life” corriente y comprado suelto en el negocio a siete cuadras de mi colegio. Era una locura, pero con el pucho en la boca me sentía como el único iluminado en este mundo tan absurdo, que mientras algunos esperaban ganar el KINO yo me refugiaba en mi computador y escribía, escribía y no dejaba de hacerlo. Debía cambiar el mundo y lo lograría con este espacio que me dieron en Internet, sería una revolución, me leerían miles en el planeta y estarían conmigo, dirían “mira este pendejo, no habla pendejadas” y después uno golpearía mi puerta y me invitaría a la televisión y me preguntaría por educación, salud y justicia, y respondería de manera tan brillante que a muchos y muchas emocionaría, y en catarsis harían caso a mi llamado y saldrían a las calles dándole el vamos a la revolución que levantaría el mundo justo. Pero aquí me encuentro hoy, en un piso 16, pensando que este sí es el año.

Espero que las palabras que siguen enciendan la mecha de su humanidad y genere por fin mi tan anhelado momento de magia, no pirotécnica ni fantástica, sino la de la plenitud del alma y el deseo del cansancio, de fatiga, de satisfacción por el trabajo cumplido.

¿Cómo encender un alma?

Iniciar el alma en un ser humano debería ser fácil, pero no lo es, porque fuimos mutilados de ella cuando maduramos, cuando nos muestran un sistema que nos individualiza, que nos inculca el odio por el prójimo. Hace tres años encontré a Dios, y aprendí a amar a mi prójimo, al que está a mi lado y al cual veo sufrir, y al que no veo sufrir pero sé que existe… y eso motiva mi alma ¿por qué no lo hace con el alma de otra persona? La pena, el dolor y la angustia son los sentimientos más habituales en la vida de nuestros compatriotas. No ven crecer a sus familias, que se crían lejos de la familia, carentes del amor y de la formación que deberían tener; son testigos de cómo cada día los consume y no son capaces de detener esta máquina, se sienten huérfanos, defraudados.

De niño cantaba en democracia “la alegría ya viene” y sonreía en el camino, y le decía a mi mamá “ya llego mi alegría” y ella me daba besos, y soñaba que quizás mañana no tendría que levantarme a las cinco de la madrugada para que me vea un doctor a las tres de la tarde, o que mi hermana tendría una educación de calidad, y que el día de mañana yo y ella estaríamos firmes en una universidad.

¡Estás loco pendejo idiota! Me decía el sargento que vivía a dos casas de la mía… “tu alegría es una mentira, no habrá peor astilla que la del mismo palo” y cuanta razón tenía el muy tarado, porque hemos violado todos los derechos humanos, tanto que no tenemos perdón de Dios, porque no hemos hecho nada para cambiar la situación, disfrutamos de nuestras comodidades y nuestro status, pero cuánto de esto nos significa algo. Entre lo material y el beso de mi amada, prefiero su boca y su abrazo, su amor y su compañía, que entre el hambre y la sonrisa de mi hermano, opto por la ensalada de dientes del Nico, porque puta que es real y tangible su sonrisa. Hermanos y hermanas, en nuestros espíritus vive aún la secuela de nuestra alma, sólo debemos empezar a obrar y hablar con ella, llenos de ella, deseosos de ella, hablemos con dolor, con valor y con amor… demostremos lo que somos y no lo que vendamos, no perdamos la oportunidad de este año, de esta fecha, de esta hora, de este instante. No llenemos nuestra bitácora de los posibles, de los pendientes, crezcamos como seres, inundemos de esencia de amor cada uno de nuestros actos, seamos concientes de nuestros pasos y de nuestras palabras… no tengo idea si mis palabras enciendan el alma, no creo que mi mirada pueda quedar plasmada aquí, o mi voz que no deja de sonar intensa, el latido iracundo de mi pecho al escribir, pero permítanme hablarles de esto mirándoles a los ojos, verán en mi mirada que de verdad lo siento… siento el ánimo, la convicción, la razón de que finalmente debemos construir patria desde nuestra conciencia demócrata y cristiana, desde la transparencia de nuestro ser, desde la valentía de nuestra inexperiencia.