Ya es tarde, los ruidos de la capital agonizan entre los ladridos de los perros de
La gotera del baño de la guardia, un cruel segundero una vez que estas en la cama, mirando el cielo y tratando de comunicarte con ella con la mente “buenas noches amor, te extraño” y me despido con un beso a un recuerdo tal como lo haría un soldado en campaña o un amante forzado a ir lejos. El frío de su última mirada mientras tomaba el café y me pedía que me fuera, la fuerza de su voz cuando por teléfono me repetía que ya era suficiente, el crujir de la culpa y el peso del arrepentimiento.
Es imposible dar vuelta atrás, pero sin este dolor no sabría si quiera lo que significa amor.
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