jueves, 21 de enero de 2010

El Fin de Ignorar

La gracia de la ignorancia es no conocer lo que se desconoce, eso al menos nos entrega por unos minutos la tranquilidad de saber que lo que sabemos es todo lo que existe. Por siglos las clases han privatizado el conocimiento, siendo este la única herramienta de la libertad total. Es difícil que alguien logre comprender la importancia del cielo si nunca ha mirado o interpretado una estrella como un haz de luz moribundo que se aleja de su origen. A medida que crecemos y nos liberamos de nuestras fronteras intelectuales notamos que el universo no es una planicie donde como cuales arboles se ubican los planetas y astros según la determinación de un creador. Si no que esta obra llega aun más lejos orientando los cuerpos azules, celestes, violetas o del color que nuestra mirada determine en un universo lleno de contenidos pero carente de formas. Un universo con fuerzas superiores que entregan estructura a una figura inexistente. Un universo que late en cuatro dimensiones, nuestros tres ejes geométricos y nuestro eje imaginatorio. Vivimos suspendidos sujetos de imaginarias fuerzas preguntándonos de dónde se origina nuestra existencia, por eso olvidamos que nuestra existencia sólo se sustenta en la fuerza que nuestra razón formo por siglos, donde mentes brillantes, desguarnecidas de estructuras y desbordadas de creatividad comprendieron que el universo se expande libre y arbitrariamente, gracias al azar de una gran explosión.
Mi mente se construyo basándome en las limitaciones de mi entorno, vivía preso de de la fuerza de gravedad que me amarraba a mi isla del conformismo. No quería llegar más allá, porque la comodidad de ser como el resto me atraía más que diferenciarme por algo real, así deje escapar miles de datos que hoy me harían aun más feliz, y por eso, tomo determinaciones hoy que me permitan construir mi sueño general.
Quizás lleno de egoísmo escribo estas líneas, pretendiendo de manera soberbia enamorar a quienes no conozco, haciendo mi sueño un sueño colectivo, convirtiendo a quienes no me han visto jamás en cómplices de una nueva explosión, que llevara la expansión de este universo por sectores que desconocían. La creación de nuevos rangos se inicia con una determinación clara, quiero renunciar a mi forma de vivir la vida.
He crecido pensando que jamás podría llegar a observar la costa desde el horizonte, que aquella línea siempre me traía ventaja porque era demasiado lento y torpe, pero hoy veo claro que el horizonte, así como concepto imaginario posee limites que lo privan de vencernos, basta con decir que donde nos detenemos es el verdadero horizonte y seremos testigos como el sol desaparece por nuestras espaldas, seremos actores de la obra del atardecer y así viviremos una gran revolución hacia la libertad.
He soñado con convertirme en médico, no cualquiera, si no ese que converge en la corriente de varios ríos que inundan con caudales firmes el océano. Construir a través de mi ejercicio de la medicina una patria joven llena de sangre colérica hambrienta de mejores aires. Una practica de la medicina interesada en sanar y no curar, en buscar orígenes patológicos personales y no en ocultar sintomatologías. Ver y respetar a cada paciente como un universo lleno de estructuras sociales e historias de vida y no en un ser estéril que deba ser sujeto estadístico.
Mi sueño es iniciar mi vida lleno de los conocimientos que permitan alimentar a otros y otras con ellos. Entregarles a quienes también así lo deseen la información que les permitirá conocer porque su corazón late frente a la mirada penetrante del Rocío matinal. Quiero invitarlos a que me acepten como una apuesta arriesgada, tendiente al fracaso, pero con la fuerza para desembocar en un choque de corrientes que nos eleve al triunfo.
Caminando acostumbro imaginar como se desarrollaría el proyecto comunitario, en donde sea la misma persona quien mejore su entorno, sonriendo porque vive y siente que es su movimiento el que convierte la tristeza de algunas personas, en oportunidades de ayudar a quienes aun no saben que lo necesitan. Ver en mi ciudad un edificio en donde quienes requieran de salud la obtengan, dejando como prima sólo su compromiso a cooperar con la mantención del edificio, sin dinero de por medio, pero entregándole horas que no tiene a concretar este sueño del barrio. Te sano porque eres mi vecino, a quien sonrío cuando cargo la compra de la tarde, a quien saludo cada mañana… desde mañana.
Necesito que me ayuden a sanar este síndrome, esta necesidad de entregarle a quien lo necesita, a convertirme en médico para solo satisfacer mi hambre de sentirme necesario, de sentir que puedo ser de verdadera ayuda cuando la desesperanza inunda la existencia de muchos. Quiero ser médico para empeñar mi vida a quien la precisen, a quienes me la soliciten, a quienes no se atrevan a pedírmelo.
Inicie este texto destacando lo bueno que es ignorar la existencia de ciertas cosas, hasta hace algunos párrafos, usted ignoraba mis ganas de entregar mi vida al servicio comunitario, hoy espero, que sea capaz de vivir con el alivio de ser parte de este conocimiento.
Alejandro Andrade Araya

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